La fundación y el dominio musulmán de Daroca (h. mediados del siglo VIII – 1120)


             Aunque diversos eruditos y religiosos hayan querido dotar a Daroca de una génesis legendaria convirtiéndola en una ciudad celtibérica o una ciudad romana, lo cierto es que su fundación se fecha en torno a la segunda mitad del siglo VIII d.C., tras la conquista musulmana del Valle del Ebro.
            En ese momento, los árabes, que habían traído con ellos un renacer de las ciudades abandonadas con la caída del mundo visigótico y habían instaurado un nuevo tipo de relaciones económicas, se dieron cuenta de que en el territorio en el que se sitúa la actual Daroca convergían una serie de características que apoyaban la idea de fundar allí una nueva medina (Corral, 1983, p. 48). La primera de ellas tenía que ver con la necesidad de erigir un centro urbano que permitiese defender la frontera Norte de Al Andalus, mientras que, por otro lado, este territorio se encontraba en la confluencia de las principales vías de comunicación que vertebraban el Valle del Ebro, la Meseta y el Levante, siendo un lugar de parada y paso en el trayecto entre las ciudades de Córdoba y Zaragoza.
            Además, era evidente la necesidad de crear un centro económico, político y administrativo que encabezase el conjunto de los territorios del Jiloca y que ejerciese como mercado y centro de comercio en este área.
            En cuanto al significado del nombre de la nueva ciudad islámica – Darūqa – no sabemos demasiado salvo que la raíz –ūqa también está presente en la palabra Salūqa, nombre que le dieron al río Jiloca.
            Dicho nombre aparece por primera vez en las fuentes en el año 831 d.C. y cuatro siglos después el geógrafo y cronista Abu Abdallah Yaqut la cita como cuna de personajes ilustres, como pudiera ser Abu Muhamad, uno de los médicos más importantes entre los siglos XI y XII.
            Más tarde, ya en el siglo XV, leemos de la pluma de Al-Himyari que Daroca era:

(Una) Ciudad importante de Al Andalus que depende de Calatayud. Está situada en la falda de una montaña. Muy cerca se encuentra la iglesia de Abaruniya, una maravilla de construcción que tiene trescientas sesenta puertas. Daroca está, según se refiere, a dieciocho millas de Calatayud.
Es una ciudad pequeña, pero muy poblada, con abundancia de jardines y viñas; todo allí es abundante y barato. Está a cincuenta millas de Zaragoza.

Así pues, tras esta introducción histórica podemos preguntarnos: ¿Qué vestigios de esa Darūqa musulmana se pueden percibir todavía en la población actual?
Si atendemos a lo que Al-Himyari decía sobre Daroca, es fácilmente visible el encaje del poblamiento en la ladera de una montaña – el Cerro de San Cristóbal – sobre la que se situaba un castillo, donde actualmente encontramos el Castillo Mayor.
Su ubicación en dicho lugar no es casual sino que se orienta hacia el sur con el fin de aprovechar mejor la incidencia del sol y la propia orografía.
El entramado urbano nos permite retrotraernos a otros tiempos, ya que sigue el trazo propio de las ciudades musulmanas. Se trata de calles como la Grajera o Valcaliente, que ejercían igualmente como vías de escorrentía dada su pendiente, hasta llegar a la Rambla Fondonera, la actual Calle Mayor. Entre estas dos calles se disponía una red de callejuelas secundarias.
Mapa de la Ruta de las murallas en el que podemos ver el esquema de la primitiva medina de Daroca
Fuente: Ayuntamiento de Daroca. Web institucional (http://www.daroca.es/turismo/rutas/ruta-de-la-murallas)

En cuanto a las edificaciones, no encontramos salvo algunos cimientos y restos de hiladas en algún tramo de la muralla. En todo caso, sabemos que una de las mezquitas de la medina se situaba donde ahora se dispone la Colegiata de Santa María de los Corporales, un espacio sagrado que cambió su advocación con la conquista cristiana de la ciudad. En razón a ello, el historiador darocense José Luis Corral considera que la torre de esta iglesia se corresponde con el alminar o minarete de la antigua mezquita, ya que en su interior mantiene la estructura propia de este tipo de construcciones.
Por otro lado, los ecos de estos cuatro siglos también se pueden escuchar si atendemos a lo legendario, especialmente a un relato que narraremos en futuras entradas, el de La Morica Encantada, referido a una historia de amor frustrado en el contexto de la conquista cristiana de Daroca.
Y como dulce final hemos de referirnos a lo gastronómico y es que en Daroca también se puede recordar este pasado a través del paladar. Si visitas la ciudad, la Pastelería Manuel Segura es una parada obligatoria. Allí podrás disfrutar de un postre de origen árabe, elaborado con ingredientes simples pero con un resultado espectacular. Se trata de las almojábanas, unos pasteles basados en una receta del siglo IX cuyo sabor nos recuerda al de las rosquillas pero con una explosión de crema pastelera aguardando en su interior. 
Fuente: Pastelerías Manuel Segura (http://pasteleriasmanuelsegura.es/es/almojabanas/)

Tradicionalmente se vendían en fechas especiales para la localidad pero hoy en día puedes probarlas cualquier día del año, así que si pasas por Daroca, ya sabes…


Bibliografía consultada:

Corral Lafuente, José Luis. Historia de Daroca. Daroca: Centro de Estudios Darocenses, 1983.

Sánchez Domingo, Pascual. 50 Historias, Tradiciones y Leyendas de Daroca. Almería: Círculo Rojo, 2018.

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